Buscar este blog

domingo, 12 de mayo de 2013

Fluir


Te despiertas temprano, “Let it be, The Beatles” suena en tu móvil. Es hora de ponerse en marcha. Sentada al borde de la cama, respiras hondo, bostezas, te frotas los ojos y te decides a levantarte.
Ya en la cocina, como cada mañana, preparas tu café, hoy con cereales, mientras tanto, repasas en tu mente todo lo que tienes que hacer hoy, vuelves a respirar hondo. Coger el metro, ir a clase, volver a coger el metro… uff, tomas aire de nuevo, y recuerdas qué alguien al que quieres te dijo una vez que desayunar no es tan fácil como parece.

¡Y tanto! -piensas- Pero sabes que al final del día, de la tarde o de la noche tendrás un momento en el que no respirarás sola.

A diferencia de otras mañanas, tienes tiempo de sobra para darte una ducha, son las 6.20, enciendes el móvil, decides que es demasiado temprano para hablar con nadie, y te guardas un especial “buenos días”. Te duchas y te despejas, te enfrentas a tu desordenado armario, coges el portátil y te diriges al metro.

Una mañana más, llegada una hora decente, coges el móvil y escribes:

Ey, ¡Buenos días! Intentando despertar, ¿eh? 
Recuerda, sueña y apunta: ligereza. Una sonrisa y todo te parecerá más fácil. Bueno, exagero un poco. 
Un beso.

Tu móvil vibra al instante, sonríes.
Llega la hora de volver al metro, te ameniza el trayecto, casi siempre lo hace. Las 3.30, el deslumbrante sol del medio día te acompaña hasta casa, comes y tumbada en la terraza esperas el momento de volver a respirar y sonreír juntos.